viernes, 1 de abril de 2011

¿A dónde se fue el punto de reducción del IGV?

Ha pasado casi un mes de la entrada en vigencia de la reducción en 1% del Impuesto General a las Ventas (IGV). Esta medida debía traducirse en una reducción del precio final de los bienes que adquirimos y por ende un alivio para el bolsillo de todos los peruanos. Sin embargo, estimado lector ¿se ha reducido el precio del tarro de leche, la gaseosa, el “par de cervecitas” o el “menú” que usted consume?, ¿ha bajado el precio de los fideos, detergentes o lácteos?, ¿bajó el precio de la camisa, polo o pantalón que se compró el último fin de semana respecto al mes anterior? o acaso ¿ha sido rebajado el tarifario de los combustibles en el grifo de su preferencia? Si bien las estadísticas de precios del Instituto Nacional de Estadísticas e Informática (INEI) todavía no han sido publicadas, si han aparecido unos primeros análisis de seguimiento con respecto a este tema. El Departamento de Estudios Económicos del Scotiabank en su Reporte Semanal asevera que la impresión que se tiene es que la reducción en 1% del IGV no se habría traducido en precios más bajos en la mayoría de bienes y servicios, salvo en precios regulados como la tarifa de electricidad, agua y telecomunicaciones. Para el caso de los combustibles, un sondeo del Organismo Peruano de Consumidores y Usuarios (OPECU) revela que a inicios de marzo (cuando entro en vigencia la reducción) solo el 14% de los grifos de Lima y el Callao habían ajustado su precio. Asimismo, un sondeo online del diario El Comercio mostraba que el 90% de los encuestados no percibía menores precios por la rebaja del IGV. La idea de una reducción del IGV es que los recursos que se pagaban al Estado se queden en el bolsillo de todos los consumidores. Surge la interrogante, si los consumidores no sienten esta reducción en los precios ¿a quiénes se han trasladado estos recursos? Estos recursos han pasado principalmente al bolsillo de los grupos económicos que concentran la mayoría de sectores económicos del país. En síntesis, los recursos que recaudaba el Estado se han trasladado en su mayoría a los grandes grupos económicos. En teoría, la traslación de una reducción del IGV a los precios sería efectiva en una estructura de mercado con competencia perfecta, es decir una economía en donde hallan muchas empresas compitiendo entre sí. Pero ¿qué pasa en el país? En conformidad a un estudio de Maximize¹, la estructura de la mayoría de mercados del país es altamente concentrada, esto significa que son pocas las empresas que proveen los bienes y/o servicios en los diferentes sectores económicos. En otras palabras, el país posee una estructura de mercado oligopólica distinta de una competencia perfecta. El tema subyacente aquí es la falta de promoción de mayor competencia y regulación en los mercados. En un sistema capitalista, las empresas privadas van a buscar maximizar sus intereses (no son beneficencia pública) lo que significa capitalizar las fallas del mercado (oligopolios), pero es justamente aquí donde entra a tallar el Estado que es el agente encargado de subsanar estas fallas. No confundamos, no se trata de “intervencionismo” ramplón ni mucho menos, sino que el Estado asuma el rol que le compete dentro de una economía de mercado. Ni más, ni menos. Acaso si en vez de bajar se hubiera subido en 1% el IGV ¿cree usted estimado lector que los precios no hubieran subido? Fuente: Otra Mirada

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