miércoles, 13 de abril de 2011
Ollanta Humala y el voto de los excluidos
Proponemos iniciar el análisis con la revisión del siguiente gráfico. En el eje horizontal del gráfico se muestra la votación obtenida por el candidato Ollanta Humala en cada región, mientras que en el eje vertical se muestra el respectivo nivel de incidencia de la pobreza monetaria.(Ver cuadro) ¿Qué nos dice el gráfico? El gráfico nos indica que a una mayor incidencia de la pobreza monetaria le corresponde una mayor votación por Ollanta Humala. ¿Novedad? En lo absoluto, hemos realizado el mismo ejercicio estadístico para el año 2006 y el resultado es el mismo. Luego de 5 años, el mapa geopolítico del país se ha mantenido prácticamente estático. A nivel agregado, en 2006 Humala obtuvo el 31% en primera vuelta y todo parece indicar que en estas elecciones obtendrá el mismo nivel de votación. Es claro que en el país persisten problemas de fondo, problemas estructurales de corte socio-económico que simplemente no se quieren ver. En 2006 – año en que O. Humala pierde la segunda vuelta por estrecho margen-, la Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE) tuvo como lema: “No existe nosotros con alguien afuera”. Asimismo, el gobierno entrante de García pregonaba la idea-fuerza del cambio responsable. Tiempos aquellos. Si bien en un primer momento ambos hechos parecieron reflejos acertados ante el clamoroso llamado de atención hecho por gran parte de la población, lo cierto es que ambas iniciativas se desvanecieron en el tiempo. García pasó del cambio responsable, idea-fuerza por la que fue electo, a la lógica del perro del hortelano. Este viraje generó el crecimiento exponencial del número de conflictos sociales al interior del país y tuvo en los fatales sucesos de Bagua su episodio más repudiable. Mientras tanto, la CADE hacia denodados esfuerzos por ocultar y colocar en un segundo plano las acertadas y consistentes críticas que hacia el profesor Michael Porter al actual modelo económico. Era como si el invitado principal les aguara su fiesta de espectacular crecimiento, precios altos en los minerales y el hecho de considerarnos como la economía-envidia de la región. El espejismo se diluyó. Entonces, no es coincidencia la mutua auto-complacencia entre García, el alto empresariado nacional y un sector mayoritario de la prensa que nos avasallaba con titulares de bonanza y nos mostraba a un país que estaba a un paso (ya casi) de ser una economía de primer mundo. Luego, ya en plenas elecciones la gran mayoría de “analistas” plantearon que de ninguna forma Humala podría repetir el plato de 2006.Se equivocaron. Las elecciones son el escenario en donde la voz de cualquiera de nosotros vale exactamente lo mismo. El voto de un agricultor de Huancavelica o un nativo de Bagua tiene el mismo peso que el voto del más alto ejecutivo del país o el Presidente de la República. Como asevera Oscar Dancourt “cada cinco años la democracia iguala a los desiguales”. Finalmente, una vez conocidos los resultados han empezado a circular en la red un conjunto de comentarios intolerantes impregnados con un talante excluyente propio de la sociedad oligárquica. Este hecho debe llamar a la reflexión a cada uno de nosotros como agentes constitutivos de esta sociedad civil, de este proyecto colectivo aún trunco. A diferencia del crecimiento económico, el sentido de pertenencia en el país ha crecido poco o nada en los últimos años. Ahora, la pelota está en la cancha de los candidatos-finalistas, pero sobre todo en la nuestra: la de los electores.
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