
Héctor Méndez lleva 25 años de vida entregados a la Brigada Internacional de Rescate Tlatelolco Azteca, “Los Topos”, cuya misión principal es rescatar personas atrapadas en zonas de desastre. NatGeo estrena hoy un documental en el que sigue al grupo en un rescate en Santa Cruz, Bolivia.
Titulado Bajo los escombros, el programa también hace un recuento de su historia, la cual empezó aquellaa mañana del temblor que sacudiera a México el 19 de noviembre de 1985, cuando soldados del ejército le impidieron a “El Chino” Méndez ayudar al rescate, aunque él encontró otra forma de buscar sobreviventes.
“La primera vez que participé en el rescate de dos mujeres fue en Tlatelolco, y yo tenía mucho miedo porque era mi primera vez que entraba en los escombros”, cuenta Méndez. “Fue difícil porque la señora había quedado atrapada, era muy frondosa y estaba en un hoyo muy pequeño”.
Después de su primer rescate Héctor Méndez se quedó a las afueras del edificio con los dedos adoloridos: “No podía marcar por teléfono, quería hablar a mi casa para decir que estaba bien. Me regalaron un café y en ese momento pensé que vendría alguien a decirme: ‘Oye eres todo un héroe, que duro trabajaste’; pero no, no llegó absolutamente nadie”, explica “El Chino”.
“Ahí me di cuenta que no debes esperar el ‘eres un héroe’; hay cosas que el hombre debe hacer, cosas trascendentales sin remuneración”, subraya.
Peligro de muerte
El rescatista narra también su experiencia durante el terremoto en Haiti de 2010. “Llegó la señora Mary Linda que buscaba a su hijo Mateo y a su esposo Daniel y me dijo: ‘¿Tu eres ‘El chino’? Necesito que me ayudes a buscar a mi hijo, ¿cuándo puedes?’ Y le contesté: ahorita mismo”. A pesar de que no pudieron rescatarlos con vida, el equipo no descansó hasta hallarlos.
Héctor Méndez y su equipo han estado en muchas partes del mundo que se han visto azotadas por terremotos y tsunamis, donde también pudieron haber muerto: “Estando en Taiwan, una réplica provocó un deslizamiento de tierra, nosotros estábamos en una casa cerca de ahí, de verdad pensé que moriríamos”.
Y en Fukushima estuvieron tan cerca de la planta nuclear que el chofer de su camioneta se quedó a medio camino, y no quiso avanzar ni regresar.
“Entonces yo agarré a alguno de mis compañeros y le grité: ‘¡Nos vamos a morir!’. Yo estaba tratando de sacarlos de ese marasmo que te da cuando no tienes a donde ir. Entonces le dije: ‘Sí nos vamos a morir, pero después, porque la radiación te mata despacito, entonces aliviánense’”.
Fuente: El Universal
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