Fase 1

Algunos nos volvemos solitarios, teniendo como compañía solamente a nuestros perros o gatos y esto nos permite mantenernos completamente aislados de todo, pero estamos contentos de todas maneras, ya que tenemos una causa. En nuestro celo, tendemos a dar soluciones simples a problemas complejos – se debería esterilizar a todo animal o a ninguno se le debería aplicar eutanasia. A menudo nos retrasamos por tratar de rescatar a animales de las carreteras y calles. Creemos entender el problema y sabemos que podemos solucionarlo si tan solo la gente no se inmiscuyera.
Fase 2

Algunos compramos objetos inútiles que no podemos permitirnos. Algunos nos volvemos alcohólicos para callar los sentimientos de desesperanza. Ignoramos a nuestras familias e incluso nuestras mascotas tienen menos atención de la que se merecen. Parece que no tenemos el poder para influir en los cambios que nos condujeron a este ectasis de dedicación durante la Fase Uno. Hasta hemos llegado a horrorizarnos por el trabajo que tenemos que hacer. Incluso nuestros sueños están llenos de horror. Cada animal que recogemos, cada animal al que le aplicamos eutanasia representa otro paso hacia nuestro fracaso. De alguna manera nos culpamos por todos nuestros errores y eso nos está destruyendo. ¡Levanta los escudos Scotty, los Klingons nos están persiguiendo! Nuestra coraza se vuelve cada vez más efectiva. Detiene el dolor y la tristeza y permite que nuestra vida sea por lo menos tolerable. Seguimos con esto porque de vez en cuando tomamos una pizca de energía de la Fase Uno.

Fase 3
La depresión típica de la Fase Dos se exterioriza y estamos ahora enojados, muy enojados. La desesperanza se torna en ira. Comenzamos a odiar a la gente, al menos a casi todas las personas, salvo a aquellas que, como nuestros compañeros de trabajo, dedican sus vidas a los animales tal como nosotros lo hacemos. Incluso odiamos a nuestros compañeros de trabajo si estos se atreven a cuestionarnos – especialmente en cuanto a la eutanasia. Se nos ocurre la idea de aplicar eutanasia a los dueños, no a las mascotas. Mejor que eso, tomemos a los que abusan y entregan a los animales y apliquémosles a ellos la eutanasia.
Nuestra rabia se extiende a nuestra vida cotidiana. Aquel hombre que está enfrente de nosotros en la carretera, el que se cruza en nuestro camino, apliquémosle eutanasia también a él. Estamos furiosos con los políticos, con la televisión, con los periódicos y con nuestra familia. Todos son blanco de nuestra rabia, desprecio y burla. Hemos perdido la perspectiva y eficiencia. No somos capaces de conectarnos con la vida. Incluso los animales con los que nos conectamos parecen de alguna manera distantes e irreales. La rabia es el único puente a nuestra humanidad. Es lo único que puede atravesar nuestra coraza.
Fase 4

Cuando encontramos a estas personas hacemos todo lo que está a nuestro alcance por detener que lastimen a los animales. Reconocemos que las soluciones son tan complejas como los problemas y que traen a la mano una gran cantidad de herramientas para resolver el problema, por lo tanto, las utilizamos lo mejor que podamos y es así que comenzamos a ver los resultados – un paso a la vez. Nos reconectamos con los animales. Nuestras corazas se debilitan. Sabemos que la tristeza y el dolor son parte de nuestro trabajo. Ya no paralizamos nuestros sentimientos con drogas, comida y aislamiento. Comenzamos a entender que conllevamos mejor los sentimientos de rabia , depresión y tristeza si los reconocemos y si no les permitimos afectarnos. Reconocemos el increíble potencial que tenemos para ayudar a los animales. Estamos cambiando el mundo.
Douglas Fakkema
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