miércoles, 16 de junio de 2010

Una política de Estado contra el alcoholismo: Por un Día Nacional sin Alcohol




¿Qué estamos haciendo, como Estado y como sociedad, para desterrar el alcoholismo? La pregunta es absolutamente pertinente ante las preocupantes estadísticas que señalan que entre el 2006 y el 2010 el número de alcohólicos pasó de 600.000 a 1,5 millones, según registros de la Estrategia Nacional de Salud Mental y Cultura de Paz del Ministerio de Salud.

El problema es realmente grave, pues causa daños no solo a los directamente afectados, sino también a su entorno familiar, social y económico, además de repercutir terriblemente en el incremento de accidentes y violencia familiar y criminal.

Efectivamente, según estudios técnicos, la ingestión de bebidas alcohólicas causa casi la tercera parte de los accidentes de tránsito, la mayoría con pérdida de vidas humanas. Asimismo, origina gran pérdida de horas-hombre. ¿Y qué decir de los dramas familiares y de la violencia casera asociados a su consumo?

Adicionalmente, el alcohol está vinculado con otras enfermedades que deterioran la salud y pueden llevar a la muerte. Las investigaciones médicas demuestran que el abuso prolongado del alcohol causa enfermedades del hígado como la cirrosis y la hepatitis, además de pérdida de la memoria, úlceras, anemia, coagulación defectuosa, deterioro de la función sexual, malnutrición, depresión, cáncer y hasta daño cerebral.

No podemos dar la espalda a esta realidad. El alcoholismo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es una enfermedad que debe ser tratada. Como explican los especialistas, se trata de un mal que no tiene cura definitiva pero que podemos controlar para dar calidad de vida a los pacientes y a su entorno.

Lo prioritario es aceptar la enfermedad y acudir a tratamiento, en lo que entidades estatales y privadas, como Alcohólicos Anónimos —que acaba de cumplir 75 años en el mundo y 55 en el Perú— y Cedro, entre otras, cumplen una labor fundamental.

Hay factores especialmente críticos que agravan la crisis. De acuerdo con evaluaciones de Devida, 13 años es la edad promedio de inicio para el consumo de alcohol y Lima es la ciudad con mayor prevalencia de consumo entre escolares. Y, según Cedro, el consumo de las drogas llamadas legales, como el alcohol y el tabaco, se incrementa durante la edad universitaria debido a la gran publicidad dirigida a ese sector de población.

Peor aun, se sabe que el alcohol es un paso intermedio hacia otras drogas como la cocaína. Pruebas al canto: el 70% de casos de drogadicción atendidos este año por Cedro (aproximadamente 2 mil) empezó con el consumo de alcohol.

Como podemos ver, no se trata simplemente de un tema de adultos, sino también de escolares y jóvenes, por lo que, sin exagerar, podemos decir que si no se aborda el problema ahora de modo frontal, estamos arriesgando el futuro mismo de nuestro país.

No hay tiempo que esperar. Por las proporciones y seriedad del problema, se necesita una política de Estado, en la que el Ministerio de Salud se aplique con más diligencia a dar directivas, coordinar acciones y supervisar el cumplimiento de un plan de mediano y largo plazos, con partidas presupuestales, para luchar contra esta lacra que carcome la entraña misma de la sociedad.

Ante este escenario es suficiente contar con un día para el pisco sour y otro para el ron. Podríamos ir pensando ya en un Día Nacional sin Alcohol.

FUENTE: http://elcomercio.pe/impresa/notas/politica-estado-contra-alcoholismo/20100613/494177

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