domingo, 7 de agosto de 2011

África no solo tiene hambre y sed

La hambruna en el Cuerno de África continúa creciendo. Etiopía, Kenia, Somalia, Uganda y Yibuti son los países afectados por esta crisis humana que se ha agudizado ahora por la falta de lluvias los dos últimos años.

Las Naciones Unidas ya han declarado el estado de emergencia en tres regiones de Somalia, la zona más castigada, y se estima que en las próximas semanas avanzará más por la zona sur.

Ante la dramática situación, distintas ONGs de todo el mundo atienden la llamada de socorro como pueden, pero la ayuda es insuficiente para los 12 millones de personas que tienen una necesidad absoluta. Según Acción Contra el Hambre, más de 2,5 millones de somalíes se han visto forzados a abandonar sus hogares huyendo del hambre.

«El problema no es sólo la falta de lluvias. Esta es una emergencia muy compleja», asegura María Ruiz, veterinaria que trabaja en la región somalí de Etiopía desde hace cuatro años. «Los nativos de esta zona de África son especialistas en manejar las sequías, no es algo nuevo para ellos. Los cooperantes sólo tenemos que preguntar a los nativos. Son muy listos». Pero aunque sepan cómo atajar una sequía, no pueden evitar que sus cultivos se resientan y que detrás del incremento desmedido de los precios estén la especulación y los interesados mercados actuales.

María lo sabe bien: «El problema es más bien político. Esas estrategias de cultivo se ven truncadas por el Estado. Las zonas dedicadas a los pastos se convierten en cultivos; el precio de los alimentos sube mucho; tienen que vender su ganado para comprar comida, y , como resultado, los rebaños se reducen mucho en una sociedad en la que el 85% de la gente se dedica a la ganadería».

En Mogadiscio, la capital, antes se podía comprar un saco de 50 kilos de maíz con 6 dólares, ahora hacen falta 45, algo inaccesible para la mayoría de la población.
¿Qué hace Save the Children para combatir este problema? «Hacemos una inyección de dinero diaria para que no tengan que vender su ganado», explica María.

Una prueba de que los somalís saben administrar ese dinero es la anécdota que relata esta cooperante: «Un señor viudo que tenía dos hijas se había quedado sin nada. Allí si no tienes rebaño, no vales nada. Este hombre se dedicó a comprar cada día una cabra con esa aportación que le dábamos. Al poco tiempo ya tenía su rebaño.

Como éste, ya hemos tenido más casos». Susana Martínez, que trabajó con Acnur en la zona hace tres años, también siente una especie de cariño por esta tierra olvidada. Dice: «A nadie le importa Somalia. Si ocurriese como en Sudán, las cosas ya habrían cambiado hace años».

Por: Claudia Graciet

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